La primera vez que te ví tendrías a penas un año, salías del portal de tu antigua casa a toda velocidad y ni me miraste. En ese momento ni tu chico ni yo estabamos juntos, ni casi nos conocíamos. Eras un cachorro grandote y vivaracho que sólo quería correr y correr.
Pasó un poco de tiempo y empezamos a vernos mucho, yo se que tú no me querías demasiado. Era la que te quitaba tiempo con tu chico, a la que hacía más mimos que a tí, ... recuerdo como me mirabas a lo lejos, no me dejabas casi ni tocarte. Era una extraña que se metía en tu familia. Pero aprendiste a quererme y yo a tí. Nunca has sido un perro normal, tenías ese algo especial que atraía a todo el mundo. Empezaste a dejar que te mimase, me dejabas pasearte y me obedecías en la calle, eso sí con el "chico" mirándote desde la ventana. Salías contento a recibirme a la puerta, y comenzabas a jugar. Siempre esperándome al pie de la escalera.
Recuerdo unas vacaciones, el viaje que nos diste hasta la playa. No te gustaba el coche, aullabas y no parabas de moverte. Y yo no sabía que hacer ... y es que tú sólo querías que tu chico estuviese contigo en el asiento de atrás. Nos cambiamos y te calmaste, yo seguía siendo una de fuera de casa. En el camping en la playa todos te conocían, escarbabas los agujeros más grandes que te podías imaginar, te bañabas en la playa, te ibas monte arriba, ... pero siempre regresando.

Y así pasaron 6 años, en los que me enamoré de tí y supe que, donde tu chico iba, allá ibas tú. Por eso, cuando antes de casarnos tu chico vino a vivir a casa, allí te fuiste tú también. Pensamos que el jardín te haría muy felíz hasta que el primer día que te dejamos fuera lo destrozaste, te sentaste orgulloso en mitad del cesped y nos miraste desafiante. Supimos que tu sitio estaría dentro, con nosotros. Al casarnos lo pasaste fatal, te faltaba tu familia, por que yo aún no lo era. Dejaste de comer, te apagabas y yo no sabía que hacer. Pensamos que tendrías que irte de vuelta a tu antigua casa pero ... llegó tu tata Seika y tu vida y la nuestra cambió.

Desde entonces hemos sido una familia, los cuatro siempre juntos. Me aceptaste como una más y se que me querías mucho. Educaste a Seika, cuidaste de ella, de todos, jugaste, corriste, ... Y enamoraste a todos, recuerdo como los niños de la urbanización venían de propio a verte y a jugar contigo. Con todo lo grande que eras, con todas las perrerías que te hacían jamás tuviste un mal gesto con ellos. Empezó la época de tus cosillas, primero las operaciones en los ojos, luego descubrieron tu diabetes, ingresos, comas diabéticos, ... más tarde un par de tumores, una infección sin identificar ... pero de todo, de todo salías más fortalecido.

Este último año has luchado mucho, la diabetes se llevó tu vista y perdiste muchas cosas. Sin embargo seguías disfrutando de tus baños en la piscina en verano, de pasear por el jardín, de tus mimos, de tus siestas. Poco a poco te ibas despidiendo, aunque nosotros no queríamos verlo. Tus patitas traseras perdieron fuerza, pero daba igual, tu siempre luchabas por levantarte y te quejabas si tratabamos de ayudar. Siempre has sido un cabezón.
Sabes que hemos hecho todo, todo y más por tí. Sabes que si se hubiese podido, hubiesemos hecho más. Pero ayer, 9 de diciembre, decidiste que era el momento del irte. Estabamos los tres sólos, tu tata Seika, tú y yo. Me hiciste un gesto con la pata y me acerqué. Simplemente te apagaste en mis brazos, sin sufrimiento, sin dolor. Has estado 15 años con nosotros y te agradezco cada minuto que me has dado. Cada beso, cada mimo. Echaré de menos enfadarte tocandote la pata de atrás, cosa que odiabas, pedirme la cena aullando cuando tenías hambre, tus ronquidos por la noche ... tantas cosas.
Se que tienes que estar ahora en el cielo, que vuelves a ver y a poder correr. Se que hay gente esperándote y que cuidará de tí. Mientras aquí te recordaremos siempre. Has dejado un hueco muy grande.
No pretendo que nadie lo entienda, muchos pensarán que es sólo un perro pero no es así. Es mi Xiao y es de mi familia, por eso tiene derecho a que se le recuerde y se le llore. Por eso y por que nunca, nunca me ha fallado. Por que ha estado a los pies de mi cama cuando he estado triste y enferma, por que ha estado en los momentos alegres y por que sin hablar ha dicho muchas más cosas que otros de dos patas.
Xiao, te quiero. Espero que haya pasado el dolor y vuelvas a ser felíz. Vigila desde allí arriba que todo esté en orden. Gracias por que esta extraña haya podido ser parte de tu familia. Mil besicos mi rey, mi osito chino.